Te confieso que...

Odio cuando me dices que los nervios
te jugaron una mala pasada.
Cuando excusas tus fracasos
tras esa pátina de verdad a medias.
Has caído, sí, pero tú te has dejado caer.
Nadie te ha pisado los dedos cuando estabas
colgando del borde de la balaustrada.
Te tendieron la mano, varias además,
y no supiste aferrarte a ellas;
ensimismado en tus planteamientos pueriles,
dejaste escapar la oportunidad
de subir ese peldaño con fuerza,
pisando sobre seguro.

Ahora, te toca empezar una nueva andadura
con unos zapatos a estrenar que, quizás,
no sean de tu talla.
Te harán rozaduras, pues te quedan grandes,
pero solo tú, únicamente tú,
puedes adquirir esas plantillas que se ajusten a tu pie
y a la horma de tu zapato.

Borrón y cuenta nueva.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"La maestra", de José Antonio Lucero

"La hora violeta", de Sergio del Molino

“Mosturito”, de Daniel Ruiz