Puñeteros

 - ¡No desaparezcas, por favor! 

- No lo haré. No soy así. 

Y te creí. O, por mejor decir, nos lo creímos a pies juntillas. Tú, no solo no desaparecías, sino que fuiste haciendo tu presencia más real, más tangible. Y lo hacías sin pedírtelo. Solo te rogué una cosa, una ínfima cuestión...

Y ahora, me enfrento a un escritorio vacío; a cajones puñeteros llenos de emociones vacuas; y a recuerdos que brotan cuando menos me lo espero, cuando menos lo necesito, cuando mejor puedo estar.

Y, ahora sí: 

-¡Vete! Acaba de marcharte. ¡Desaparece!


Libélula

Comentarios

  1. Aun teniendo cajones vacíos, los recuerdos que en ellos había, vuelven cuando menos queremos. Me encanta como escribes sobre algo a lo que se le ha puesto tantas letras y tantos nombres, que solo tú haces que sea fácil olvidar.

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