Café hirviendo

Suena un nuevo aviso de llegada en la estación y yo continúo revisando mi correo en el teléfono. Me han pillado por sorpresa tres emails. Sí, hay correos que esperas recibir; como todos los de Desigual ofreciéndote camisetas en el “outlet” o la publicidad de Woman Secret, recordándome que la lencería me gusta; estos tres han sido todo un acontecimiento.

- ¿Desea algo más, señorita? No respondo y el camarero se va. Qué maleducada puedo resultar a veces. Pero es que este camarero no sabe que acabo de recibir tres emails, de la misma persona, que hacen que llegue a abstraerme de todo.
Bebo un sorbo de mi café… ¡Mierda! Le dije que me pusiera leche fría. Me entran ganas de gritarle al camarero, desconocedor de mis emails, que sí que quiero algo más: ¡mi maldito café con leche fría! Pero de pronto vuelve a sonar mi teléfono: un sms. “Es la primera vez que me dicen que tengo una letra horrorosa”. Sonrío. No es la primera vez, estoy segura. Podría ser la primera vez que alguien le dijera que tiene una sonrisa horrorosa, o una voz horrorosa. Podría ser la primera vez, pero no seré yo la que se lo diga.
Vuelvo a mi café, ya templado, y saboreo el gusto amargo del café sin azúcar. Intento escribir un sms pero me pierdo en una hilera de letras ininteligibles que me sacan una sonrisa.

- Señorita, se me olvidó ponerle la leche fría.
- No se preocupe – respondo con cara de boba – El café estaba delicioso.

Pago. Recojo mis cosas y guardo el móvil en mi bolso. Mi tren está a punto de salir. Todos las mañanas necesito mi café para poder afrontar el día; hoy, el café ha sido lo menos importante. No deseaba nada más.

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