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Todo eso

Miércoles, uno más. Uno de ya no sé cuántos porque la memoria no me alcanza a contarlos. Aún siendo el taitantos de muchos, hoy amanezco con ese pellizco, con esa sensación de estar haciendo lo que debo. Y es que, no son pocas las veces en las que en este mundo cofrade piensas que tirar la toalla o alejarte un poco es lo más adecuado. “Los cofrades son así”, dicen; y lo cierto es que es una pena que muchas veces, por no decir la mayoría, resplandezcan más las candelerias y los pasos que la primigenia idea de Hermandad. Una Hermandad, sin necesariamente contar con ochocientos hermanos, en la que en la ausencia de algunos, que ven cada Miércoles desde un palco platea a nuestros titulares, se sigue adelante. Una Hermandad, en la que las madres siguen el ejemplo de humildad y sencillez de nuestra Madre Bendita del cielo. Una Hermandad, en la que hacer una papeleta de sitio implica mucho más porque sabes que ese sitio está aunque no esté y reza contigo cada Miércoles, no solo Santo, sino t

¡Corrige!

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Tienes una de esas semanas horribles, en las que esperas la llamada de un supuesto jefe, para un supuesto trabajo. Pero no, no te llaman. Te refugias en las cosas que te gustan, en lo ilusorio de creer que en un día serás lo que deseas ser. Por una vez, no buscas refugio en la escritura, en tus propios pensamientos porque no lo necesitas; porque tienes a tu lado a alguien en quien puedes apoyarte. Te quejas, lloriqueas un poco por lo jodido de la semana y tomas impulso para enfrentarte a una nueva. Lunes de sorpresas, de saberte fuerte en las tablas de un escenario, de afrontar ensayos, exámenes y todo lo que llevas encima. Y un miércoles, no sabes cómo, te ves inmersa en un momento raro,inexplicable. Y esto, solo por haber escrito (como siempre has hecho) sin pensar en nada, solo plasmando lo que una chispa de creatividad te inspira. Quizás no seas tan buena, quizás solo debas seguir con tu bolígrafo tomando apuntes, corrigiendo sintaxis...

¡Sonríeme!

Hoy, como todos los lunes de este curso, he llegado a clase unos minutos tarde. Venía tan deprisa, tan rápido que no he reparado en nada. Tan solo al entrar en la habitación que el joven profesor usa como aula, he sentido el calor de la estufa. Con las prisas me he incorporado a la clase cuanto antes y hemos empezado a ver derivadas y problemas de esos que tanto le gustan a los de matemáticas. Por un segundo, como me pasa cuando no me interesa en absoluto lo que oigo, me he despistado en mis propios pensamientos. Es entonces cuando he recordado: Hace unos meses, en mi frenética carrera para llegar a clase casi puntual, me cruzaba con un chaval alto, delgado, de ojos profundos y sonrisa socarrona. Me saludaba, a menudo destacando mi impuntualidad y yo le decía adiós casi sin aliento. Hoy no le he dicho adiós, no me lo he cruzado. ¡Eso era! - ¡Y ese es el límite finito de esta sucesión! Eso mismo dijo el profesor mirando fijamente, como si adivinase mis pensamientos. Creo que, de a

Versos

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Me siento frente al ordenador, abro varias páginas como un autómata y reparo en unos cuantos versos. Algunos de ellos cantados, dedicados a un momento exacto de la vida en el que las decisiones, como diría un amigo, no tienen marcha atrás. Puede que la determinación que cada palabra expresa, no fuese un adiós decisivo en ese momento congelado en el tiempo. Hoy: ¿quién sabe? Yo, al leerlos, al escucharlos; he sentido que sí. Y esas voces, esos acordes me llevan a hacer esto más mío que nunca, puede que sea un hasta luego, puede que no sea un adiós pero, lo que está claro es que es un presente, un momento más que vivir, sin pensar en el futuro quizás. Aunque el pasado, todo lo vivido, está ahí; así que con la experiencia de los años, con los versos mejor compuestos, con la expresividad por bandera: ¡TELÓN!