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Timbres

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Calma, quietud entre folios, hojas, words y apuntes. Música de fondo. El sol por mi ventana. Intuyo soplar al Poniente; lo huelo por la rendija. Café recién hecho recorre lento mi garganta. Paladeo la melodía y se me atraganta el timbre. ¡Malditos niños jugueteando! Podrías haber sido tú. Podríamos, quizás, habernos abrazado. Luciérnaga

Viaje espacial

No me esperes porque no voy a llegar. Por más que corras, aunque quieras alcanzarme con todas tus fuerzas; no llegarás a mí. Soy un sueño, de esos que llaman inalcanzable. Y solo se trata de kilómetros: yo estoy en la orilla y tú andas en la Luna. Luciérnaga

ESCRIBIENDO

Sus pasos lo llevaban distraído en el camino de vuelta de casa. Le encantaban esos días frescos del principio del otoño cuando se puede caminar sin apenas abrigo pero respirando ya la frialdad de la noche. Sus pulmones se llenaban de aire limpio, o eso creía él, en medio del bullicio de la ciudad. Pensaba en mil cosas y en nada. Quizás en qué podía tomar de cena. Una bicicleta se cruzó en su camino sin ni siquiera frenar, detuvo en seco su paso, miró a un lado y a otro y continuó su paseo de vuelta. En realidad, había poca gente por las calles. Cuando llegan estas noches nos amoldamos a nuestros sofás y dejamos la calle para cuatro bohemios, como Ale, a los que les gusta disfrutar de esa soledad fingida. Llegó a la avenida que tenía que cruzar para llegar a casa. En ella,al menos, se notaba densidad de tráfico a esa hora por la vuelta a casa. Estaba esperando a que el semáforo cambiara a su favor cuando, de repente, vio a una chica en el lado contrario. Esperaba subida en su bicicle

Paso firme

Caminaba de forma decidida, rápida. Creyendo que pisaba en firme, quizás era la vez que más segura de sí misma estaba. Todo lo tenía en orden: lo que necesitaba, lo que no, lo que tenía, aquello que no quería... ¡Todo! Pero, a veces, nuestros pasos no dependen solo de nosotros. Y esto es algo que se nos olvida. Las calles. Las calles no son solo nuestras. No somos los únicos transeúntes. Puedes cruzarte con alguien que te haga virar, cambiar de rumbo o que, simplemente, haga que te detengas. Puedes parar un rato y seguir tu camino; caminar con esa persona... ¡Ah, las calles! Las calles son libres y ofrecen libertad; por eso su gente va y viene como y cuando quiere. Y por eso, ella muchas veces había dejado a gente atrás o en la acera; algunos, incluso, en la misma carretera. En otros momentos, había decidido cambiar de calles, de plazas, de ciudad... Y era, justo en ese momento, en una calle nueva de una ciudad nueva cuando su paso firme se vio trabado por un socavón en la calle. Se

¿?

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No escribir, para no hacerlo real. No nombrar, con el fin de no escuchar. Dejar a un lado la pluma, el teclado, la memoria, el pensar. Y, a pesar de todo, inspirar. Porque inspirando el aire parece arrasar con las letras; agolpadas en tráquea, bronquios y pulmones. Porque exhalar un signo de interrogación deja la pregunta incompleta; aquella que no quieres hacer, esa que no deja de empujar. Luciérnaga

A fuego lento

Lo dulce y lo salado. Quizás lo bueno y lo malo. Mis piernas con tus manos; besándose casi por ensalmo. Almíbar sabroso, un azúcar adulterado que nos incita al deseo; nos provoca no separarnos. Infusionar los aromas: el de tu cuello en mis labios; el de tus besos en mi oreja; el ansia de deseo en nuestras manos. Luciérnaga

Carnavaleando como siempre, como nunca

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Sentada en el gallinero, como siempre, esperando que abran cortinas, me siento la persona más afortunada del mundo entero. Me encuentro en una de las ubicaciones más centradas, pues mis visitas al Paraíso siempre han sido con la misma persona. Un escuálido pero inteligente y sarcástico enano (mi hermano para más señas) de apenas veinte años que consigue subir las escaleras del Gran Teatro Falla de dos en dos. Ni se para a pensar en que me ha dejado atrás, ya que su frenética carrera lo hace olvidarse de cualquier asunto que no sea sentarnos en el mejor sitio posible. La sesión transcurre de forma frenética. Cuando entras en el templo, todo se acelera: las emociones, el pulso, el ritmo al compás y, por supuesto, el tiempo. Este año en gallinero ha sido diferente, como todos; sin embargo, he tenido un par de sensaciones que nunca antes había experimentado. El Paraíso me ha tratado como si fuese una parte de mi casa; como si estuviese en Arjona y, en cada escalón, me encontrase con un am

La clave: una flor

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Era nueva en la ciudad y todo lo que veía le resultaba curioso. Se enfrentaba a un contexto por descubrir. Ante sus inexpertos ojos se abrían infinidad de posibilidades: gente por conocer; llamadas que contestar; "whatsapps" de los que te revuelven hasta la última célula de tu ser... Y, quizás, algún día, en cualquier momento, recibiría una flor. Sí, porque en su inocencia, a veces fingida, recibir una flor acertada era la clave para saber que una historia tendría continuidad. Luciérnaga

La carta

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Se sentó delante del ordenador con las ganas y la ilusión de quien se enfrenta a algo por primera vez. Sin embargo, no era su bautismo en aquellos lares, ella ya había tecleado o garabateado, según la ocasión, cartas similares. Esta vez me percaté de que sus nervios eran insólitos, nuevos para Laura; quizás porque nunca había pensado escribir una misiva así: Queridos, Se acerca la fecha y no había encontrado el momento oportuno para sentarme y redactar la carta, mi carta. He de confesaros que estoy más nerviosa de lo habitual, tal vez sea mayor la ilusión que siento en esta ocasión. Mil vueltas he dado a las posibles peticiones que podía haceros esta vez. De verdad que no sé muy bien ni el porqué de estar empezando esta carta después de tanto, pero aquí estoy. Probablemente, tantos años sin teclear han hecho que pierda un poco la práctica: no sé ni cómo dirigirme a vosotros. Os hablo desde la confianza que da tanto tiempo juntos, con tantas experiencias, algunas mágicas, comparti