Carnavaleando como siempre, como nunca

Sentada en el gallinero, como siempre, esperando que abran cortinas, me siento la persona más afortunada del mundo entero. Me encuentro en una de las ubicaciones más centradas, pues mis visitas al Paraíso siempre han sido con la misma persona. Un escuálido pero inteligente y sarcástico enano (mi hermano para más señas) de apenas veinte años que consigue subir las escaleras del Gran Teatro Falla de dos en dos. Ni se para a pensar en que me ha dejado atrás, ya que su frenética carrera lo hace olvidarse de cualquier asunto que no sea sentarnos en el mejor sitio posible. La sesión transcurre de forma frenética. Cuando entras en el templo, todo se acelera: las emociones, el pulso, el ritmo al compás y, por supuesto, el tiempo.
Este año en gallinero ha sido diferente, como todos; sin embargo, he tenido un par de sensaciones que nunca antes había experimentado. El Paraíso me ha tratado como si fuese una parte de mi casa; como si estuviese en Arjona y, en cada escalón, me encontrase con un amigo, con alguien conocido o, quizás (por qué no) con un amor pasajero. Ha sido la primera vez que he escuchado coplas sin escucharlas, mirando unas manos, esperando que cogieran las mías. O, tal vez, solo fue la música de un pasodoble que inventaba en mi cabeza una letra de fantasía...¡A saber!

Menos mal que del Teatro se sale. Menos mal que esta bendita locura se vive en la calle. Casi mes y medio después de la primera sesión de preliminares, Cádiz me esperaba. Acompañada de tres nuevos carnavaleros, al menos para mí, recorrimos Candelaria, La Viña, Las Flores... Disfrutamos de cada letra con la que tropezábamos, salida de cada adoquín, en un Domingo de Carnaval atestado de gente. Pero vivimos un día estupendo buscando callejeras y coros.

No solo de carnaval vive el hombre; y yo, menos aún. Una semana de trabajo duro me condujo a un jueves de pregón en la ciudad en la que vivo. Un pistoletazo de salida en un marco incomparable y con unos pregoneros de lujo. Declamaron y cantaron coplas al mismo nivel, dejándonos a todos con la miel en los labios, con el deseo de saborear el 3x4 en cada segundo del día.Y es que lo hicieron de Gaditanísimas maneras.

Viernes de sol, de bahía, de hermanos. Un viernes de "es para nosotros y vamos a disfrutarlo". Y, sin esperarlo, tuvimos la sorpresa de encontrar a un loco del carnaval que, en su soledad buscada, necesitaba mucho más que compañía. Y allí estábamos nosotros para darle justo lo que pedía a gritos: tantas carcajadas que llegó un momento en el que no nos sosteníamos en pie de la borrachera de risas que habíamos pillado.

Como dos correcaminos salimos el sábado rumbo a Cádiz; y, de nuevo la Tacita nos acogió con su mejor sonrisa y con los abrazos abiertos, como una madre a quien le sobra cariño para cada uno de sus hijos, aunque se denominen como tal sin constar en el libro de familia. Nos encontraron unos buscadores que se llevaron de nosotros unos cuantos coloretes y que, a cambio, hicieron que sus coplas a pie de calle incrementaran su valor al doscientos por ciento. Reímos en un callejón embriagados por el olor del Levante con unas monjas que rezaban chirigoteando. Nos encontramos con amigos a cada paso y pusimos algunos nombres a unos niños que decían no tenerlo, pero que cantaban como los ángeles.

El domingo de Piñata, casi sin voz pero con las mismas ganas, comimos pescaito frito en las Flores y nos dejamos mecer por el tango, su majestad el tango. Hicimos algunas inmersiones en los callejones para encontrar callejeras, algún reguetonero al ritmo del 3x4, pero siempre volvíamos a la batea, porque Cádiz sin una falseta es menos Cádiz.

Y dejamos a la novia del mar escuchando de fondo bandurrias y laúdes; con el orgullo de haberlo vivido al máximo pero con una sensación extraña en la boca del estómago. Lo cierto es que siempre soñé vivir el carnaval así, como este 2019; pero no contaba con esta desazón que se te cuela en el alma cuando lo dejas atrás, cuando sabes que hasta el año que viene no vas a volver a vivirlo. Es un sentimiento en forma de exclamación a Cádiz:

"¡Ay, Tacita de mi alma
otra vez me has embrujao!"

Luciérnaga


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