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Mostrando entradas de abril, 2018

Declaración de intenciones

“¡Yo soy yo y punto!” Una respuesta que no aceptaría en ninguno de mis exámenes, pero es una de las máximas que últimamente me repito como grito de guerra o de ánimo, o incluso de autoconvencimiento - ¡qué sé yo! El caso es que a lo largo de esta tortuosa adolescencia que me persigue – nunca dejaré de ser una adolescente, máxime conviviendo cada día con ellos- siempre he querido cambiar algo de mí misma, tan solo por el hecho de haber pensado que con ese cambio sería adecuada. ¿Adecuada? Sí, idónea para alguien: el chico que me gustaba, la profe de matemáticas, mi padrino, las novias de mis amigos, mi tía, mis amigas… A veces me planteaba cambiar por completo mi forma de vestir o de peinar, es decir, colocarme un poco los rizos; otras veces, maquinaba cambios mucho más radicales: ideología, gustos literarios, formas de expresarme… Las veces que ahora más miedo me dan son aquellas en las que quise ser otra persona. Esas ocasiones en las que deseaba llamarme de otro modo - ¡Carmen,

Me flipas

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¿Me das una pausa? ¿Quieres un respiro? No me beses, no me toques; No respondo de mí mismo. Me miras, te hablo, te guío; Todo va tan rápido… Dos pronombres: “tú” y “me”; Un verbo, casi romántico: “flipas”. El morbo, las prisas, las ganas. Yo húmeda, tú en ascuas. Me lío, te lías Y se acaba liando. Y una noche por otra, ¡joder, una noche tras otra!, Acabamos follando. Luciérnaga

Recuerdos en flor

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A la entrada de casa tengo una hilera de naranjos que, tras las incesantes y cansinas lluvias, están en flor. Da igual la hora del día en la que salgas a la puerta porque todo está impregnado de ese olor tan característico, tan nuestro; quizás, también tan mío. Me crié corriendo y gritando en una plazoleta repleta de naranjos en flor. Una plaza que cambia el aroma a azahar por el de nardos en verano. De modo que, degustar ambas fragancias me lleva a revivir infinidad de recuerdos. Entre los naranjos de mi calle hay estratégicos bancos. En cada ciudad en la que he vivido, he encontrado un lugar así; aunque es la primera vez que lo tengo tan cerca de mi casa, de mi sofá. Así que he optado por usar el banco en lugar del sofá en alguna ocasión: para leer, hablar por teléfono, estirar después de correr… Tengo la convicción de que los lugares poseen memoria. Igual no es que recuerden nada, sería absurdo pensar eso; sin embargo, nuestra jodida cabeza asocia y nos juega malas pasadas. Preci