Declaración de intenciones

“¡Yo soy yo y punto!” Una respuesta que no aceptaría en ninguno de mis exámenes, pero es una de las máximas que últimamente me repito como grito de guerra o de ánimo, o incluso de autoconvencimiento - ¡qué sé yo!

El caso es que a lo largo de esta tortuosa adolescencia que me persigue – nunca dejaré de ser una adolescente, máxime conviviendo cada día con ellos- siempre he querido cambiar algo de mí misma, tan solo por el hecho de haber pensado que con ese cambio sería adecuada. ¿Adecuada? Sí, idónea para alguien: el chico que me gustaba, la profe de matemáticas, mi padrino, las novias de mis amigos, mi tía, mis amigas… A veces me planteaba cambiar por completo mi forma de vestir o de peinar, es decir, colocarme un poco los rizos; otras veces, maquinaba cambios mucho más radicales: ideología, gustos literarios, formas de expresarme…

Las veces que ahora más miedo me dan son aquellas en las que quise ser otra persona. Esas ocasiones en las que deseaba llamarme de otro modo - ¡Carmen, Carmen está muy visto! Si en mi mano hubiese estado, con un solo chasquido habría sido: Brígida, Mari Cruz, Marisa, Isabel (curioso porque ese nombre era el que tenían pensado mis padres), Paqui, Lola… ¡Carmen! Siempre y, gracias a todo, siempre fui Carmen.

A punto estuve de volver a cambiar, no ya el nombre, sino todo lo demás por seguir, por alimentar un espejismo. Reaccioné y conseguí poner un punto final a todas esas interminables listas.

Y hoy, adulta en ciernes, pienso con total claridad que no: no quiero ser otra persona. Soy yo. Yo con mis excentricidades, mis virtudes, mi ironía, mi vulnerabilidad, mis rizos escondidos debajo del pelo liso (porque ahora me gustan así), mis tacones guardados en su caja porque con la Converse voy más cómoda… ¡Yo, maldita sea, yo! Y a quien no le guste media vuelta y con Dios.

Luciérnaga


Comentarios

  1. Tengo la misma edad que la mujer que amo. No sé quién dijo eso. Con los nombres pasa lo mismo.De los millones que haya en la tierra, en todos los usos horarios, en todos los idiomas, vivos o muertos.

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