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Mostrando entradas de 2018

Expectante

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Entré en el bar porque en la terraza hacía bastante frío. La humedad a la orilla del mar se te cuela por cada recoveco de tu cuerpo y tardas en acostumbrarte a ella. - ¿Me pone un café, por favor? - ¿Con leche? - Sí. Muy caliente y en taza. Gracias. Me dirijo a una mesa cerca de la ventana. Me encanta esta cafetería porque desde cualquier punto se puede ver el mar; sin embargo, prefiero sentarme cerca de la ventana. Me imagino sola en el establecimiento. Saco mi libro del bolso y sigo leyendo mientras espero el café. - Aquí tienes, guapa. Cafelito con leche hirviendo - me dice el camarero con mucha guasa. - Gracias. Ahora a soplar- respondo yo, sonriendo y abriendo el sobrecito de azúcar. El camarero vuelve a dejarme sola en mi rinconcito y yo vuelvo a mi lectura. Tomo pequeños sorbos de café y las páginas de mi libro van menguando. Cuando me doy cuenta ha anochecido. Odio las tardes de invierno que se convierten en noche cerrada a las 18:30. Pido un vaso de agua y pago la c

Mil formas

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Tú tan hermética; yo tan cambiante. Tú tan de tocar a la puerta, yo tan de llegar sin avisarte. Yo tan " te echo de menos", tú tan de "no es el momento". Candado cerrado sin saber qué hay dentro; sin llave, sin clave, sin acceso. Busco mil formas para poder romperlo. "Paciencia", me digo; tú con tus silencios. Melodía infantil interrumpe mis ecos; ¡bah! las canciones de antes son mentira: ya no me las creo. Luciérnaga

I don't know

Quizás, los quizás; aquellos que, de soslayo, sustituyen a nuestros ojalás. Quizás sí, quizás no; ojalá que nunca, pero a veces siempre. "Maybe" or "Perhaps"; I don't know but I need one word: "ojalá". Luciérnaga

Me sigo

Un camino por delante, una señal equívoca, un triángulo inoperante. Me asusto, reduzco la marcha, esquivo el obstáculo y sigo adelante. Atardece en mi camino, se apaga un día tranquilo. Sin buscarme, me encuentras; giro el volante: me sigo, respiro. Luciérnaga

Capullo

- Tío, nunca confíes en una tía que es incapaz de cumplir lo que promete- lo dijo mientras terminaba de liarse el cigarrillo. Se quedó pensativo, sin saber muy bien que responder. Cogió su caña y dio buena cuenta de ella de un solo sorbo. - ¿Qué coño te ha pasado ahora? - preguntó finalmente,dispuesto a escuchar los reproches de su amigo acerca de su novia. - ¡Lo de siempre! Que parece que sí pero no- aspiró profundamente el humo de su cigarro ya encendido. - Yo ya no confío en ninguna. Y, mira, eso que me ahorro. - ¿No dijiste que estabas conociendo a alguien?- se notaba el tono casi jocoso. - Sí- afirmó tajante- pero resulta que no cumple lo que promete. - ¿Y qué prometió? Se quedó pensando la respuesta de nuevo; quizás dándose cuenta de la estupidez de sus planteamientos. Aún así, contestó como un niño de Primaria enfurruñado. - Me dijo que no me hablaría si no lo hacía yo antes. Su amigo, el desconfiado, comenzó a reírse como si no hubiera un mañana. - ¿Te ríes?-

Me da para un poema

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- Creo que me da para un poema. - ¿Qué, qué te da para un poema?- me pregunta con cara de no saber ni de lo que hablo. - La respuesta que acabo de hilvanar - respondo abriendo el bloc de notas de mi teléfono. Permanece callado, inmutable, quizá incluso perplejo ante mis urgencias literarias. Mientras tanto, sin dejar de regodearme en esa expresión atónita y desesperada, continúo escribiendo. - Deberías responderme, ¿sabes?- exclama un poco desesperado ante mi ausencia.¿Por qué dices que ahora tienes incluso más ganas de hablar conmigo si te has puesto a escribir en el móvil? - ¡Anda, lee y calla!- le digo extendiéndole mi teléfono.

Y poco más

La señal indicaba un lugar familiar, apenas dos meses yendo y viniendo, pero familiar al fin y al cabo. Ella fija la vista en la carretera intentando no pensar demasiado en que deja atrás esa salida. La música sigue sonando: "solo quiero cantar y reír y soñar... y poco más". Tararea ese "poco más" de Los Aslándticos, como quien huye de una mala idea. El navegador del coche indica la salida de vuelta a casa y, curiosamente, es la misma aunque sin desvíos, sin paradas... "y poco más". Luciérnaga

Juntaletras

Escribir, de algún modo, es plasmar la vida, la realidad en el folio en blanco. La imaginación y la creatividad del autor juegan un papel crucial en el proceso. Sin dichas cualidades, elevadas a la máxima potencia, leer lo que otro escribe sería un soberano aburrimiento; tan tedioso resultaría como leer unos apuntes mal redactados o imbuirte en la biografía de un personaje que poco, o nada, de importancia ha hecho. Lo cierto es que escribo. Escribo mucho más de lo que publico, e imagino tanto que a veces se escapa a mi precisión de "juntaletras". No me considero escritora y no es falsa modestia, creo que un escritor es aquel que crea una rutina de trabajo y acaba dedicando su jornada a hacer y deshacer historias. Yo solo escribo de forma esporádica, como quien se toma una copa para evadirse. Y así, con el regusto del licor escogido, hilvano algunas historias. Pero no sé escribir. Estoy leyendo algunas cosas y me doy cuenta de que no sé escribir; o más bien, no sé desvincula

El Camino

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Aún no me había sentado frente al folio en blanco para dejar por escrito mi experiencia haciendo el Camino de Santiago (la primera de muchas, espero). El mes de agosto lo comencé andando, madrugando para caminar, trasnochando para pensar. Y lo he continuado, casi hasta su fin, disfrutando del pueblo, de los amigos, de las tradiciones y de la familia, sobre todo de la familia. Ahora, con un poco más de calma y casi preparando las maletas, echo la vista atrás. Solo fueron seis días los que dediqué al Camino, pero fueron jornadas intensas. Mucha diversión y mucha reflexión. Creo que todo el que lo hace acaba contando lo bueno, también tiene cosas malas: dolor, cansancio, heridas, ausencias... Y lo más paradójico es que esos dolores y esas heridas, algunas veces, las llevamos ya de casa. A quien nunca ha vivido una experiencia de este tipo, igual le suena todo a idealización y mero postureo (en parte yo también lo pensaba); sin embargo, caminando conmigo misma he descubierto cosas de mí

Quiero flores

"Cuando la vasija se disculpó ante el aguador por todas las pérdidas que le había supuesto, este solo pudo pedirle que lo acompañara al sendero para mostrarle todo lo que juntos habían conseguido. La vasija agrietada no lograba entender lo que su dueño quería mostrarle; y, en realidad, lo tenía delante de sus narices. El sendero estaba repleto de flores gracias al agua que ella misma había derramado por sus grietas". Me permito parafrasear el final de este cuento, del que no se sabe muy bien su origen. No hace mucho me lo contaban en la "ciudad de los cuentos", paseando por sus calles; y, hoy, casi por ensalmo, acabando el único libro que he leído de Bucay, me lo he encontrado. Presiento que todos los libros de este autor argentino invitan a la reflexión y a la creación de nuestras propias conclusiones. Bueno, ¿y qué autor no acaba consiguiendo eso, aunque sea de forma no intencionada? Lo cierto es que empecé a leerlo sin saber muy bien qué iba a encontrarme y es

Lugares de la memoria

Estoy segura de que los lugares tienen memoria. Bueno, igual no tengo la absoluta certeza de eso pero sí del hecho de que nuestra memoria es selectiva. Estas últimas semanas están siendo atípicas. Mi ritmo de vida ha menguado notablemente en trabajo y en estudio. En mis 31 años de vida nunca he tenido tanto tiempo de ocio como ahora y a eso, aunque sea bueno, también hay que saber acostumbrarse. Pues bien, todo está siendo raro, diferente. Estoy despidiéndome de lugares y personas, siendo consciente de que volveré tanto a unos como a otros. ¿Quién me iba a decir a mí, hace la friolera de 19 años, que algún día trabajaría en Jerez compartiendo mi día a día con quienes siempre he considerado mi familia? El destino, la vida que da tantas vueltas, me han traído aquí. Y quién podría decirme que, después de otros tantos años, iba a regresar a Granada e iba a verla de un modo tan diferente. Han sido dos días escasos, pero ella y yo sabíamos que necesitábamos una "reconciliación&quo

Los mismos ojos

La pesadilla se repetía. Despertaba empapado por su propio sudor, se metía en la ducha e intentaba desconectar por completo. El café, bien cargado, lo activaba para salir a correr antes de irse al trabajo. Ese momento del día le hacía sentir libre. Una vez en el trabajo, la angustia no cesaba. El ambiente estaba cargado o, quizás era su propia actitud que lo enrarecía todo. A medida que el día iba menguando en horas, su cabeza y su cuerpo iban perdiendo también fuerza e intensidad. Así un día tras otro. Al anochecer, sentado en su lugar preferido de la casa, con un libro entre manos y disfrutando del aroma de su jazmín; dejó volar sus pensamientos. Y en pleno vuelo, estos se volvían positivos: en su vida solo había una cosa por la que merecía levantarse cada día. Esa cosita tenía una preciosa sonrisa y unos ojos azules muy parecidos a los que se reflejaban en el espejo cada vez que se asomaba. Luciérnaga

Aprender, descubrir

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Y aprendió que los nimios detalles son los que conseguían estremecerlo. Aquellos que ocurren casi por casualidad, como si fuesen segundos que vuelan delante de nuestras narices. Descubrió que la libertad también está en agarrarse fuerte para no caer; en sentir el viento en la cara y aguantar el corazón para que no se desboque a causa de la velocidad. Luciérnaga

Algo así...

-Y tú, ¿qué le pides a la vida? -preguntó sonriendo de forma cristalina a través de sus ojos azules. -¿La verdad? -Claro. La verdad siempre. Seamos sinceros. Asintió respondiendo a esa sonrisa inigualable con la más torpe de las suyas; mientras su mente fraguaba una respuesta concisa y certera. -Yo, a la vida, no le pido nada.Creo que le toca sorprenderme. Algo así como dejarme sin palabras. Luciérnaga

Génesis de versos

Génesis, comienzo. Fin de mayo, un encuentro. Manos temblorosas, Labios certeros. Inseguridades, miedos, deseo... Comienzo, génesis. Principios de junio, todo un universo. Me descubres, te descubro. ¿Expectativas? No tengo. Sin embargo, escribo; te pienso. Sin embargo, escucho: te deseo. Génesis: comienzo de encuentros; principios de segundos, minutos, horas, versos. Luciérnaga

Ilusos en peligro de extinción

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Los ilusos están en peligro de extinción. ¡Sí, tal cual! Son una minoría dentro una sociedad pretenciosa, material y altiva. Una ínfima parte dentro de los distintos grupos sociales que, en realidad, conforman uno solo: el de la sociedad de la comodidad. Hoy en día compramos y vendemos todo a través de la red. Nuestros teléfonos, siempre alerta en el bolsillo del pantalón, nos permiten acceder a cualquier punto del mundo; desde el supermercado de abajo de casa hasta la grada de un campo fútbol en Rusia. Todo lo tenemos a la mano. Y lo que podría resultar una ventaja, no es más que un desperdicio de tiempo. ¡Ah, el tiempo! Se nos pasa mirando relojes que son más inteligentes que nosotros mismos y que, incluso, miden los pasos que hemos andado a lo largo del día. Tiempo que ahorramos, comprando la ropa interior por internet; y que desperdiciamos viendo como algunos se destripan en cualquier red social. Somos capaces de malgastar nuestro tiempo seleccionando perfiles en cualquier apli

Declaración de intenciones

“¡Yo soy yo y punto!” Una respuesta que no aceptaría en ninguno de mis exámenes, pero es una de las máximas que últimamente me repito como grito de guerra o de ánimo, o incluso de autoconvencimiento - ¡qué sé yo! El caso es que a lo largo de esta tortuosa adolescencia que me persigue – nunca dejaré de ser una adolescente, máxime conviviendo cada día con ellos- siempre he querido cambiar algo de mí misma, tan solo por el hecho de haber pensado que con ese cambio sería adecuada. ¿Adecuada? Sí, idónea para alguien: el chico que me gustaba, la profe de matemáticas, mi padrino, las novias de mis amigos, mi tía, mis amigas… A veces me planteaba cambiar por completo mi forma de vestir o de peinar, es decir, colocarme un poco los rizos; otras veces, maquinaba cambios mucho más radicales: ideología, gustos literarios, formas de expresarme… Las veces que ahora más miedo me dan son aquellas en las que quise ser otra persona. Esas ocasiones en las que deseaba llamarme de otro modo - ¡Carmen,

Me flipas

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¿Me das una pausa? ¿Quieres un respiro? No me beses, no me toques; No respondo de mí mismo. Me miras, te hablo, te guío; Todo va tan rápido… Dos pronombres: “tú” y “me”; Un verbo, casi romántico: “flipas”. El morbo, las prisas, las ganas. Yo húmeda, tú en ascuas. Me lío, te lías Y se acaba liando. Y una noche por otra, ¡joder, una noche tras otra!, Acabamos follando. Luciérnaga

Recuerdos en flor

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A la entrada de casa tengo una hilera de naranjos que, tras las incesantes y cansinas lluvias, están en flor. Da igual la hora del día en la que salgas a la puerta porque todo está impregnado de ese olor tan característico, tan nuestro; quizás, también tan mío. Me crié corriendo y gritando en una plazoleta repleta de naranjos en flor. Una plaza que cambia el aroma a azahar por el de nardos en verano. De modo que, degustar ambas fragancias me lleva a revivir infinidad de recuerdos. Entre los naranjos de mi calle hay estratégicos bancos. En cada ciudad en la que he vivido, he encontrado un lugar así; aunque es la primera vez que lo tengo tan cerca de mi casa, de mi sofá. Así que he optado por usar el banco en lugar del sofá en alguna ocasión: para leer, hablar por teléfono, estirar después de correr… Tengo la convicción de que los lugares poseen memoria. Igual no es que recuerden nada, sería absurdo pensar eso; sin embargo, nuestra jodida cabeza asocia y nos juega malas pasadas. Preci

Respiro

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Planteando una tesis realista quizás me pierda, se ve que no estoy fina. Y es que quiero verte, encontrarte muchas veces sin siquiera buscarte. Me llamas, te escucho, me río, casi me enamoras; me pierdo y te pierdo; te busco y te ignoro. Te pienso y te olvido; me olvido y me contradigo. ¿Me escuchas, me sientes? ¿Qué has hecho? ¿Por qué me pierdes? Vuelvo al realismo, me paro y me mimo. No te espero, respiro. Luciérnaga