ESCRIBIENDO

Sus pasos lo llevaban distraído en el camino de vuelta de casa. Le encantaban esos días frescos del principio del otoño cuando se puede caminar sin apenas abrigo pero respirando ya la frialdad de la noche. Sus pulmones se llenaban de aire limpio, o eso creía él, en medio del bullicio de la ciudad. Pensaba en mil cosas y en nada. Quizás en qué podía tomar de cena. Una bicicleta se cruzó en su camino sin ni siquiera frenar, detuvo en seco su paso, miró a un lado y a otro y continuó su paseo de vuelta.
En realidad, había poca gente por las calles. Cuando llegan estas noches nos amoldamos a nuestros sofás y dejamos la calle para cuatro bohemios, como Ale, a los que les gusta disfrutar de esa soledad fingida.

Llegó a la avenida que tenía que cruzar para llegar a casa. En ella,al menos, se notaba densidad de tráfico a esa hora por la vuelta a casa. Estaba esperando a que el semáforo cambiara a su favor cuando, de repente, vio a una chica en el lado contrario. Esperaba subida en su bicicleta plegable. Llevaba un cortavientos rosa y unos "leggins" oscuros que le quedaban francamente bien. Ale sabía que la conocía, de hecho recordaba su nombre. Habían quedado un par de veces, se habían reído, hablado de nimiedades pero nada más. Laura no quiso volver a quedar, aunque muy de vez en cuando hablaban por wasap, cosa que Ale le encantaba. Cruzó decidido el paso de cebra al ponerse en verde el semáforo. Se acercó lo máximo posible al carril bici para saludarla. Ella parecía no haberse dado cuenta de que era él; iba pendiente de coches, peatones, semáforos...

- ¡Laura, hola!- gritó para que imperara su voz por encima del jaleo de la avenida. Sin embargo, la chica del cortavientos rosa no paró su pedaleo, ni hizo amago alguno por girarse al escuchar su nombre. Confuso, Ale siguió camino de casa. Empezaba a hacer frío y algunas tímidas gotas rozaban sus brazos desnudos.

Tras la cena, unos tristes fideos con verduras, decidió que debía salir de dudas. Estaba seguro de haberla visto a ella, pero podría ser alguien que se le parecía.

- Buenas noches- esperó a que apareciera el doble check.
- ¡Hola! Cuánto tiempo sin hablar- Laura contestó unos minutos más tarde, por sorpresa para él ya que podían pasar días sin que ella contestara. "¡Qué capullas son las tías a veces", pensó pero no lo dijo.
- Ya ves, porque tú no quieres; porque si por mí fuera...- Laura contestó con unos emoticonos, eludiendo cualquier tipo de respuesta que pudiera hacerle daño.
- Oye, tú sueles ir en bici, ¿verdad?- no sabía cómo abordar el tema para aclarar el episodio de la tarde.
- Sí, una plegable; estoy mirando alguna mejor porque esta ya se me queda pequeña a mis necesidades- Bueno, algo de lo que decía concordaba, ahora solo quedaba averiguar si la de la bici plegable era ella. - Pues abrígate que ya va haciendo rasca- a ver por dónde salía, "pónmelo fácil, al menos esto".
- No te preocupes tengo mi cortavientos que es una maravilla- dijo riendo.
- Creo que esta tarde nos hemos cruzado en la avenida de La Jara- ya no podía dejarlo.
- Puede ser, Ale, he pasado por allí.
- ¿Cortavientos rosa?
- La misma.
- Entonces no me has oído. Grité tu nombre y ni te inmutaste.

El silencio o, mejor dicho, la falta de letras en la pantalla era lo único que imperaba en aquel momento entre Laura y Ale. Él creía que ella aprovecharía este detalle para dejarle claro que no quería nada con él y que por eso se hizo la sorda en el paso de cebra.

- Quizás sea porque eres la única persona que me llama así - contestó la chica de la bici casi veinte minutos después.
- ¿Gritando?- Ale respiró tranquilo, Laura había decidido contestar con sarcasmo y eso le encantaba.
- No, con ese nombre. Me llamo Carmen. Debí decírtelo antes pero no le des demasiada importancia.

Escribiendo, era la única palabra que aparecía en el wasap de Carmen, antes Laura; a partir de ahora no sabemos muy bien cómo.


Luciérnaga

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