Dulce y fuerte

 La definición perfecta. Una simbiosis rara que te puede hacer único en el mundo y que, a veces, te crees sin más. Dos calificativos que corren el tremendo peligro de convertirse en epítetos. 

No hay que ceñirse a una definición. Hay que permitirse el lujo de cambiar. Hay que aprender a evolucionar, a sentirse seguro en torno al cambio; porque no es algo negativo, se trata del modo de ver las cosas. 


Quizás, sea esa virtud cambiante la que nos hace fuertes. Y, quizás, sea esa testarudez de nuestro yo más interno, la que nos conduce a ser dulces. Y, quizás (por qué no), ambas contradicciones, la de permanecer y la de huir hasta un nuevo yo, sean las que nos hacen únicos. Todo ello sin necesidad de diccionarios, palabras grandilocuentes o metáforas rebuscadas... Tan solo con la imagen de unos limones y unas cuantas torrijas bañadas en miel. 





                                               Luciérnaga


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