Una oportunidad en nuestras manos

Se miró las manos, pequeñas, ágiles, ávidas aprendices. Adormiladas aún durante el desayuno, despertando al contacto con los granos de café. Unas manos dispuestas a trabajar, a tirar del carro en los momentos difíciles. Unas manos sin esmaltes, sin cuidados minuciosos pero bellas. Unas manos capaces de abrir una ventana a un mundo nuevo a niños y adolescentes; solo enarbolando una tiza y trazando la oquedad que les permita asomarse al conocimiento.
Esta mañana esas manos se sienten con fuerzas renovadas, capaces de enfrentarse al mundo y tirar con fuerza de él. Pero su mente, su mente no. Mil pensamientos pululan en su cabeza, mientras sus manos pican la tarjeta que demuestra que ha llegado puntual a su trabajo. La mañana pasa y ella, ajena al ajetreo de manos y cuerpo, sigue pensando en lo que hará con su sueldo. Se ve, dentro de muy poco, en otra ciudad con otra gente; chapurreando otro idioma y buscando la oportunidad de enseñar. La oportunidad de sentirse satisfecha, realizada con su quehacer diario. Esa oportunidad que hoy y aquí, muy a su pesar, no tiene.

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