Habitando el momento presente

 

La mayor parte del tiempo, vivimos con la vista puesta en el futuro: el trabajo que deseamos, la casa perfecta, crear una familia… Quizás, nos vemos saturados e inmersos en eso que denominamos “convenciones sociales”. Unos estándares de vida que nos conducen a proyectar nuestro futuro, obviando el presente.

Olvidamos disfrutar la cotidianidad solo por el hecho de que el futuro nos acecha. Además, somos espectadores de lo cotidiano porque lo consideramos superfluo, anodino, rutinario. Creemos que nuestra felicidad depende de que nos ocurran cosas maravillosas que perduren en el tiempo. Pero ¿es posible que la felicidad o el bienestar se hagan continuos? La verdad, no lo creo. A pesar de nuestro anhelo de que así sea, no puede ser. Son momentos. Son instantes de felicidad que, se mezclan con la rutina y, la mayoría de las veces, no apreciamos.

Podemos concluir, entonces, que somos conscientes de la fragilidad del momento presente; pero que tenemos tan asumido vivir en pro de un futuro mejorado que no disfrutamos de todo lo que el presente nos ofrece. O, lo que es peor, nos regodeamos en lo negativo del presente en lugar de vivir intensamente lo bueno.


Luciérnaga

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