Metiéndonos en un jardín: “Reflexiones sobre el Amor”


Anoche leí un artículo sobre los “tipos de amor”. No diré que me resultó interesantísimo porque los datos que lo fundamentan brillan por su ausencia. Sin embargo, es cierto que, tras la lectura, sentí la necesidad de escribir. Una necesidad inherente a mí, probablemente porque escribiendo, consigo organizar de mejor modo mis pensamientos.

Como premisa, el artículo afirma que existen seis tipos de amor. En mi opinión pueden existir tantos tipos como parejas; es decir, la combinación es infinita. No se trata de encuadrar una relación dentro de unos cánones impuestos.


Vais a permitirme la osadía de no comentar el texto por completo, entre otras cosas porque no es lo que pretendo. El autor habla del amor como si fuese posible catalogarlo; y, a priori, yo diría que esa tarea es demasiado engorrosa. No obstante, las reflexiones tras la lectura, al menos, por mi parte, nos obligan a sentir más afinidad con un tipo u otro.

Pero lo que más caló en mí fue el hecho de darme cuenta de lo mucho que podemos evolucionar en cuanto a este tema. Y no se trata solo de las relaciones de pareja, también en cuanto a la familia y los amigos. Siempre ha sido mi intención que todo el mundo esté bien, que se sientan “como en casa”. Y bueno, esa forma de ser sigue ahí. Me gusta cuidar y que quien está a mi lado se sienta cuidado. Sin embargo, he aprendido algo fundamental: si no me cuido, no puedo cuidar; si no me quiero, no puedo querer.

Quizás, el artículo no me descubrió nada nuevo. Tampoco me dejó impasible, de hecho aquí estoy plasmando mi reflexión a golpe de teclado. “Querer”, como todo en esta vida, es un proceso que se aprende, que se puede mejorar o empeorar. El amor es un sentimiento intrínseco al ser humano. La clave está en deshacerse de aquellos malos hábitos que nos hacen querer mal; y atesorar esos otros que consiguen que amemos bonito, a los demás y a nosotros mismos.

Luciérnaga

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