Tintín, reportero y aventurero

Fueron muchos los viajes que hice contigo cuando no tenía ni cinco años cumplidos. Aprovechábamos tu profesión de repartidor de prensa para poder estar temprano en la puerta del hospital. Matábamos dos pájaros de un tiro: tú hacías tu ruta sin problemas; y nosotras, mi madre y yo, que no teníamos coche, llegábamos a tiempo a la rehabilitación. Hoy en día, esos viajes clandestinos en la parte de atrás de una furgoneta de reparto serían impensables, además de ilegales. 

A veces, los viajes no eran físicos, pero siempre te acordabas de tu “Carmen de España” a la que le haría mucha ilusión cualquier cosa olvidada en el reparto: un rompecabezas, un cómic, una cinta VHS de dibujitos. Gracias a ti, me aficioné a las aventuras de Tintín y, por ende, a la lectura. Conseguías sacarme una sonrisa y que mi cabeza de niña tuviese sus pensamientos en eso, en cosa de niños. 

Quizás esa cabezonería tan tuya, tan “requenona”, convertía cada viaje al mismo sitio en una aventura, en un nuevo reportaje que cubrir, en un trayecto a todas partes. ¡Gracias, tito!





                                                                                                                                   Libélula

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